¿Te has fijado lo delgados que suelen estar los deportistas de resistencia en general y los corredores en especial? Y es que en cualquier actividad en que luchemos contra la gravedad, cuanto menor masa corporal, mayor rendimiento. 

¡Pero mucho cuidado! No se trata de alcanzar un peso mínimo para nada saludable sino el peso óptimo de cada persona para la obtención de su máximo rendimiento. 

Para entender la importancia del peso, sólo hay que fijarse en un ejemplo automovilístico. Imagina que tienes un coche con un motor de 100 caballos. Su aceleración y velocidad están condicionados por el peso del vehículo. ¿Pero qué pasaría si le quitáramos todo lo prescindible y lo aligeráramos? La respuesta es obvia, ¿verdad? Pues con el cuerpo lo mismo. 

Nuestra potencia se mantiene constante y lo que perdemos es masa corporal. Esto nos permite tener una ratio más favorable de vatios por kilogramos y por tanto desplazarnos más rápido por el mismo esfuerzo. 

Conviene remarcar sin embargo que hay un punto determinante en que hay una inflexión del rendimiento y esto no es ni más ni menos que cuando la pérdida de peso se realiza a expensas de la masa muscular. Esto provoca que haya una disminución del peso pero también de la potencia y por tanto, ya no merece la pena en ningún caso (ni por rendimiento, ni obviamente por salud). 

Una de las ventajas de entrenar y competir por potencia es que puedes llegar a prever el resultado de una competición atlética en función de tu potencia crítica y tu peso corporal. Si quieres saberlo sólo tienes que consultar la siguiente tabla y proyectar qué pasaría si dejaras de lado esos croissants de chocolate que tanto te gusta desayunar. 

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